sábado, 21 de noviembre de 2009

HISTORIA DE LA CONTABILIDAD

Es muy importe para saber donde estamos y porque, hacer un repaso a la Historia, que sin duda siempre es enriquecedor, vamos a rastrear la historia de la contabilidad y los estudios mercantiles que es lo nuestro, y observaremos que ésta mantiene unos constantes vínculos con los valores intelectuales y culturales de cada época.

Se ha demostrado a través de diversos historiadores que en épocas como la egipcia o romana, se empleaban técnicas contables que se derivaban del intercambio comercial.

Nuestros antepasados nos legaron su formación y su cultura contable aunque se sabe que en todos los casos, el rey, gobernante o faraón llevaba muy ordenadamente un registro de todas las pertenencias del país y también de su gente.

En la rudimentaria contabilidad de la cultura egipcia sólo era necesario un sistema contable basado en la partida simple, anotando en un papiro los activos y las obligaciones.

Los fenicios en Asia quienes fueron los primeros en utilizar el trueque como una forma de comercio en la época antigua. Estos fueron pueblos comerciantes que desarrollaron, por necesidad, formas primitivas de contabilización de sus operaciones basadas en los instrumentos y formas de escritura de la época en que vivieron. De hecho se encuentran vestigios de este tipo de registros de épocas tan antiguas como 3,000 años antes de Jesucristo.

Algunas sociedades que carecían de escritura en sentido estricto utilizaron, sin embargo, registros contables. Es el caso de la cultura de los Incas, que empleaban los quipus, agrupaciones de nudos de distintas formas y colores ordenados a lo largo de un cordel, y cuya finalidad, aun no desvelada totalmente era, sin duda, la de efectuar algún tipo de registro numérico.

Los banqueros griegos llevaban fundamentalmente dos clases de libros de contabilidad: el Diario (efemérides) y el libro de cuentas de Clientes.

Hay que reconocer que en España la Contabilidad nunca ha sido considerada en el sentido cultural con el suficiente aprecio y no porque no haya habido estudiosos y profesionales de valía, sino porque nuestros legisladores se han mantenido siempre reacios a concedernos la suficiente relevancia.

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